miércoles, 17 de junio de 2009

Pensamientos y sentimientos en mi muerte

"Mayor es el placer cuanto mejor es el recuerdo. Recuerdos. Qué droga más sublime!

"Sin embargo la angustia me llena todo. Recuerdos. Recuerdo... Tantas cosas!... Que mierda. Sonrío; no, creo que he reido.

"Ya no sé nada. Soy todo confusión. Es posible que sea hoy mi última noche. Su última noche conmigo, también.

"Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo llevo así, aquí, sentado, inmóvil, con mi mejor smoking, hundido en el mejor de mis sillones. Solo. Bueno, con la preciosa chimenea que luce como nunca esta noche ante mí. Es mi gran confidente, majestuosa, grande. Siempre iguales ella y yo, privados los dos también de poder ser libres. Libertad... lo único que yo, ni siquiera yo, podré jamás comprar.

"Es curioso. Me recorre por el cuerpo una extraña sensación al ver quebrarse los leños al abrigo de mi amigo el fuego, entrañable familiar que solo bajo su tenue luz las traviesas sombras del gran salón se iluminan y apagan con sombría intermitencia.

Con muy lento y cariñoso cuidado alzo, temblando, mi brazo derecho hasta llevar a mis labios ese néctar líquido de dioses, siempre gozo de sagrado perfume, para acabar de un trago con la última gota de la segunda botella. Doy un gran suspiro y comienzo a luchar con mi nueva aliada, la tercera en esta noche. Estoy muy sudado. Estoy muy borracho. No ansío dormir, solo miro hipnotizado esas ramas que crujen y se retuercen entre las llamas. Bonita paradoja, la escena más magnífica condenada a cenizas.

Me doy cuenta. Esas ramas son yo mismo. Yo, con mi vaso de nuevo vacío, sudado y enfermo, vislumbro la belleza en esta situación. Absurdo? Si. No. Me estoy riendo. No, no es absurdo.

Esos recuerdos... Todos me parecen felices. Todos pasan muy deprisa. Creo que el fín se me está acercando. Es una sensación agradable.

"De nuevo he ganado la batalla, esta vez la última. Como siempre me he reído del mundo. Desde mi silencio me río...

"Oh Dios! Pero estás conmigo hasta el final, mujer? Mi pequeña dama fiel, de rodillas en la alfombra lloras en amargo silencio con la cabeza entre mis piernas. Mi única salvación eras tú, pero de nada me sirve ahora. No la deseo. Alzas tus húmedos ojos, virginales ojos, buscando los míos, esperando quién sabe qué respuesta. Me duele. Mientras, sonríes dulcemente a pesar de todo. Ella me comprende. En lo más profundo, tú me comprendes.

Desvío mi mirada al fuego. La última de las ramas cruje por última vez en la última de mis noches.

"Adios mi pequeña dama, lo último que me inspiraba ya seriedad.

Yo también sonrío.

"Fuí sombra vista en sueños. Cosa de día, cosa de noche. Al fín todos los gozos de la vida los encuentro en la muerte. Al fín mi bella, donde los dones adorables de las musas y de Afrodita se mezclan, la vida se me presenta dulce como la miel"


Escrito por Juan Algar a los quince o dieciseis años como redacción de escuela.